lunes, 26 de noviembre de 2012

angeles agrela

Ángeles Agrela. La profundidad de la piel
Dibujos a gran escala de un libro de atlas de anatomía que Ángeles Agrela va interviniendo haciendo un trabajo de collage que produce imágenes sorprendentes. En ellas hay una mezcla de automatismo y de relación de cosas a un nivel subconsciente, y también ganas de cambiar el significado de la propia imagen en un nivel consciente. Las imágenes de los libros de anatomía son muy explícitas en un cierto sentido; cuerpos abiertos, disecciones de órganos... pero también son muy atractivas para trabajar a un nivel plástico. Algunos dibujos pueden parecer más automáticos, la mayoría están impregnados de ironía, pero no están hechos al azar. El tema de la vánitas está presente, pero eso es inevitable ya que la materia a repintar son disecciones de cuerpos humanos. Hay una doble manera de ver estos dibujos; una parte lúdica, el dibujo automático, la asociación libre de ideas que se producen, y otra más trascendente ya que se trata de imágenes que nos remiten obligatoriamente a la carne perecedera de la que estamos hechos.

Esta serie dio paso a La profundidad de la piel en 2010, un grupo numeroso de pinturas al más tradicional estilo de la pintura clásica. El título procede de una frase muy usada en inglés para referirse a la superficialidad de la belleza; Beauty is just skin deep (La belleza tiene la profundidad de la piel). Sin embargo Agrela sólo toma la segunda parte de la frase, de modo que no niega ni afirma su adhesión a dicha afirmación. De hecho las pinturas en sí tampoco se preocupan mucho por desvelar claramente sus intenciones. Estas obras tratan más bien de sumergirnos en un viaje que recorre ese finísimo espacio que va desde la delgada superficie de la pintura a la profundidad de nuestras emociones ante la sospecha de nuestra futilidad. Las obras que pueden verse en la serie La profundidad de la piel nos sitúan en un nada superficial territorio poético que toma cuerpo a partir de imágenes que pertenecen a nuestra memoria cultural colectiva.

Una colección de auténtica pintura. Reinterpretaciones, reencuadres y aproximaciones a conocidas obras de grandes maestros. Guido Reni, Vermeer, Durero, Botticelli, Corot, Jean Fouquet, Jan van Eyck, Gabriël Metsu, Hans Holbein, Pollaiuolo… Y más concretamente retratos. Agrela ha arrancado literalmente la piel a las personas que tan fielmente retratadas nos miran desde las paredes dejando ver lo que ésta (¿la pintura?) esconde; detallados mapas de sus músculos, venas, nervios y huesos a la maniera de las láminas didácticas de anatomía, o vísceras que se acomodan en otras partes del cuerpo, expuestas, como haciendo una función diferente a la suya. Algunos personajes sufren tremendas operaciones mirándonos sin inmutarse desde el tiempo detenido del cuadro.

La elección de Agrela por la pintura no es casual. La reflexión en torno a la vánitas que ya estaba presente en Anatomías se hace aquí más patente, quizás por la transposición del sujeto desde el más impersonal dibujo anatómico al retrato cercanísimo que nos brinda la piel de la pintura y en el que como observadores nos proyectamos vanidosamente. Y puede que realmente la vanidad sea un pecado a la hora de observar una obra de arte, ya que el modo en que nos proyectamos a nosotros mismos sobre las imágenes nos distrae de lo que realmente importa. El retrato, llevado a sus últimas consecuencias de perfección por los grandes maestros, nos coloca como individuos frente a un espejo en el que nos reconocemos de algún modo, frente a la incómoda verdad de lo que esconde la piel levantada, en el caso de estas interpretaciones que Agrela nos brinda. Y no hay que perder de vista que el ilusorio engaño de la pintura está presente en esta ecuación. ¿Es que la delgadísima superficie de la pintura tiene acaso el grosor de la belleza de la propia obra de arte? Como observadores nos dejamos subyugar (y hasta engañar) por los diminutos eventos cromáticos y lumínicos que suceden en las distintas capas de pintura que contemplamos. Y también proyectamos nuestros esquemas mentales y nuestra propia imagen en la interpretación que de dichos eventos hacemos, con toda nuestra vanidad, perdiendo de vista lo que de verdad es importante. Así que también podemos vernos desprovistos de piel, con las venas, nervios y músculos al descubierto, porque en la doble delgadez que caracteriza tanto a la piel humana como a la superficie de la pintura anda el juego de la obra de Agrela.

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