El inquietante mundo del cuerpo
'Arte y medicina' muestra en el Museo Mori el sueño del hombre de derrotar a la muerte a través de instrumentos, dibujos y complejos utensilios
EDUARDO LAGO - Tokio - 11/01/2010
De las ramas de un árbol brotan minúsculas cabezas humanas
Una de las secciones más intrigantes tiene por objeto exponer la increíble variedad de instrumentos de los que a lo largo de los siglos se ha servido la ciencia médica para combatir toda suerte de males físicos. El apartado dedicado a la ortopedia demuestra sin lugar a dudas que los mayores alardes de la imaginación humana no son patrimonio del temperamento artístico. Entre los objetos expuestos figuran un artilugio compensatorio de la práctica de la masturbación, un ojo de cristal presentado en un estuche como si fuera una joya de valor incalculable o un muñeco articulado diseñado en el siglo XVI cuyo parecido con el traje de un astronauta no puede ser mayor. Ya en nuestro tiempo, los expertos en robótica y biogenética han conseguido que el paciente pueda mover una silla de ruedas o una extremidad artificial mediante la activación de impulsos cerebrales.
La exposición se cierra con tres obras enigmáticas: ocultos entre unas alas que remedan la estructura del genoma humano, unos micrófonos repiten cinco sonidos en una serie de permutaciones infinitas; un dispositivo biogenético genera cantidades ilimitadas de cuero artificial; por último, de las ramas de un árbol que crece contra el horizonte de las colinas de Roppongi brotan minúsculas cabezas humanas. El resultado es estéticamente gratificante o aterrador, según la distancia desde la que se contemple la obra de arte. Suponiendo que todo esto sea arte, cabría matizar. Pero lo es.
Arte y medicina propone un regreso a los orígenes, y una indagación así sólo se puede realizar desde la más radical autenticidad.
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